En Los Ñeros defendemos el derecho de todo niño a permanecer en una hogar durante los primeros años de su vida, cuando por cualquier motivo deba separarse de su familia por unas horas al día; entendemos que un ambiente cercano, íntimo y familiar es el entorno más adecuado para los niños de corta edad.
Creemos en la importancia de algo a veces tan poco valorado como la calidad de los cuidados que se le proporcionan al niño: la comida, el cambio de pañales, la higiene, el apoyo para el sueño... A través de ellos, y siempre manteniendo una comunicación o contacto visual, verbal y físico, les ayudamos a interiorizar referencias espaciales, temporales y corporales, a ir ajustando su ritmo interno a las condiciones ambientales y, lo que es más significativo, vamos estableciendo y consolidando una relación de apego seguro, imprescindible para un desarrollo sano. Además, con esa atención sostenida y esmerada, les dotamos de guiones que les prepararán para iniciarse más adelante en los hábitos de autonomía. Para lograr esa calidad en los cuidados es necesario que la ratio no sea superior a cuatro niños por madre de día, tres en el caso de que uno de ellos sea menor de doce meses. Estas ratios reducidas garantizan que se pueda observar con detenimiento a cada niño, identificando, respetando y satisfaciendo sus ritmos y necesidades particulares.
Consideramos el movimiento libre uno de los aspectos fundamentales de nuestra metodología, evitando caer en la tentación de interferir en su actividad tratando de ayudarles o corrigiendo sus posturas. Las acciones que el bebé realiza para pasar, por iniciativa propia, de una posición a otra sin intervención por parte del adulto, son importantes para perfeccionar poco a poco su esquema corporal, su motricidad y, por extensión, su desarrollo integral.
Nos parecen también interesantes la sencillez y la naturalidad, no solo en los ambientes y materiales, sino también en nuestra relación con los pequeños y en las experiencias que ponemos a su alcance (¿hay algo más simple y más divertido que dar un paseo por el barrio de camino al parque, parándonos a charlar con los tenderos, los vecinos, el cartero?). No es necesario complicarse con actividades muy elaboradas, a veces basta con provocar su curiosidad de alguna manera o dejarles jugar libremente; también los momentos compartidos, como por ejemplo los juegos de falda o de dedos, ensayar rimas o mirar cuentos juntos, les hacen sentirse felices y seguros y es para ellos fuente de conocimiento social.
La relación con las familias debe ser, en nuestra opinión, fluida y bidireccional, con una comunicación constante que fortalezca la confianza mutua y transmita seguridad al niño.
El papel de las familias es vital, no solo durante el período de adaptación (que será totalmente personalizado y durante el cual los padres podrán permanecer todo el tiempo con nosotros si así lo requiere la situación), sino en todo momento.
Por último, sabiendo que los niños buscan y necesitan conocer los límites que deben observar en todas sus conductas, optamos por establecer esos límites a través del afecto, evitando los premios y castigos y aprovechando el potencial que su capacidad de imitación ofrece: si nosotros mostramos en nuestra relación con los demás una actitud respetuosa y asertiva, haciendo uso de la comunicación no violenta, de cuidado de los demás y de nuestro entorno, ellos también lo harán.